Una búsqueda, un viaje

Somos el mapa y también la brújula.

En estos momentos, en que una nueva cepa de un virus ya conocido llegó para movernos hasta los cimientos, muchas de esas “certezas” que nos construían, y a las que nos aferrábamos, también se han ido removiendo. Puede ser que muchos ya hubiéramos sentido antes estos temblores, producto del peculiar modo en que participamos como especie en esta existencia. Una de ellas, en lo personal, era la falsa seguridad de saber lo que quería para mi vida. Sin embargo, al comenzar mi trabajo, una pregunta fue tomando forma allí, bien adentro. ¿Será que conocemos lo que buscamos? Tal vez creemos en lo profundo que lo conocemos, y nos engañamos de manera inconsciente.

Un místico sufi cuenta que “somos lo que buscamos”. Si tomamos esas palabras, entonces, y aquello que anhelamos ya lo guardamos en el interior, nuestra exploración adquiere otra cualidad, una a la cual no estamos acustumbradas/os. Al observarnos, nos damos cuenta de que es más común al ser humano intentar encontrarse afuera, en un proyecto, una relación, un trabajo, tal vez objetos sobre los que levantamos una identidad, una ilusión de quiénes somos; y así destinamos un tiempo importante, además de cantidades monumentales de energía en una espiral sin fin, en el intento por conocernos. Sin embargo, es difícil y hasta doloroso acercarnos a la comprensión de que solo en nosotras/os mismas/os están esas respuestas que tanto ansiamos, ese sendero que tanto deseamos transitar, pero que nos paraliza de miedo: la búsqueda de regreso a la propia profundidad.

De este modo, aquello que nos impulsa hacia afuera, se convierte en una fuente importante de observación, pues se transforma en una puerta de entrada hacia nuestro camino interno, un pasaje de vuelta hacia lo que añoramos con nostalgia, un abrazo a ese ser individual que somos, y a través de este acto, un abrazo al ser colectivo.

La invitación ya estaba lanzada. Ya la sentía como un manantial de energía alborotada por el cuerpo, solamente necesitaba ajustar la brújula. Detengámonos un momento, respiremos, entremos en comunicación con lo que nuestro cuerpo nos quiere expresar, llevemos atención a lo que traen los sentidos para vincularnos con el momento presente, escuchemos al niño que fuimos una vez, quizás tenga algo que decirnos sobre el estado actual en que nos encontramos. En fin, seamos valientes y dispongamos para esta labor los particulares recursos y energías que nos han sido otorgados; adentrémonos, llenos de coraje, en esta travesía a la que nos urge el corazón, que con cada latido pronuncia nuestro nombre de regreso al ser interno, que paciente, siempre se ha mantenido esperándonos.

Autor: Claudia Miño, estudiante de Vuelve a Ti