Despertar

Una alarma suena en la mañana. Un sonido que ya conocemos y que nos trae de regreso desde el sueño a nuestro quehacer cotidiano. Abrimos los ojos, tal vez estiramos el cuerpo y nos movemos un poco para incorporarnos. Acto seguido, quizás vamos por un desayuno o una ducha vigorizante. Hemos comenzado un nuevo día, sin embargo, ¿cuántas de estas pequeñas acciones hemos realizado con siquiera un poco de atención? Posiblemente sea necesario despertar una segunda vez, y en esta oportunidad volver a habitarnos y llevar una atención más profunda a estos procesos.

Como seres humanos, tenemos un hermoso potencial, el de traer atención a voluntad sobre lo que escojamos. allí yace gran parte de nuestra tarea, en el entrenamiento de las propias capacidades de atención y voluntad. Persiguiendo estos propósitos, nos adentramos en el ejercicio de prácticas formales, como la meditación, e informales, en las que buscamos traer una presencia más intensa a los momentos cotidianos. Además de entregarnos calma y bienestar y transformarse en una vía de entrada a nuestros universos mentales, emocionales y físicos, se convierten en un punto central en el trabajo de la propia atención y focalización, como una flecha de dos puntas que nos mantiene alerta hacia el interior y el exterior.

Al conectarnos con la atención, en general podemos identificar tres variables. Primero aparece el foco de atención, y observamos como podemos llevarla y moverla de un punto a otro, es decir, enfocarnos y desenfocarnos. En segundo lugar, está el tiempo que logramos sostener nuestra atención sobre un foco determinado. Es interesante darnos cuenta de la ligereza con que se mueve la atención, pasando de un foco a otro en sólo unos instantes, es decir, nuestra falta de ella. A medida que vamos profundizando en estas prácticas, el tiempo se va haciendo subjetivo, y vamos observando como esta línea de tiempo se va tornando difusa, va perdiendo su cualidad lineal. Finalmente nos encontramos con la variable de la profundidad, la capacidad penetrante de la atención. Tomemos por ejemplo, en nuestra práctica, el tomar contacto con los pulmones al respirar. Luego, adentrándonos, nos damos cuenta cómo es ese aire que infla nuestros pulmones. A continuación, viajando más profundamente logramos advertir ese espacio pequeñísimo entre la inhalación y la exhalación.

Al entrar en estos procesos meditativos y de atención consciente, sentimos que nuestro cuerpo se relaja, y en consecuencia, nos relajamos a nivel emocional. Podemos comenzar a construir un núcleo apacible en el interior que nos va conduciendo a ser testigos más objetivos de nuestros caminos en esta vida, a convertirnos en compañeros y guías de nuestro ser.

El trayecto de cada uno es individual, por lo cual es importante tratarnos con toda la comprensión que podamos.

Así, mañana cuando sientas la alarma de tu despertador que indica la llegada de un nuevo día, recuerda despertarte, de verdad despertarte, en profunda atención, despertarte.

Autor: Claudia Miño, estudiante de Vuelve a Ti